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No es más que un invitado quien se levanta...Ignoraba, hace unos días, incluso la existencia del Pen Club. Admiro esta magnífica reunión en la que veo hombres como Galsworthy, Pirandello, Unamuno, Kouprine y a tantos escritores de todas las naciones, entre tantos escritores de la nuestra. Pero déjenme decirles la extraña impresión que siento, la curiosa idea que se me ocurre al considerar esta asamblea. Encuentro casi inexplicable esta reunión. Hay en ella un algo de paradójico. La literatura es el arte del lenguaje, es un arte de los medios de la comprensión mutua. Es concebible que geómetras, economistas, fabricantes de todas las razas puedan reunirse útilmente, pues están dedicados a estudios, vinculados a intereses cuyo objeto es único e idéntico. ¡Pero los escritores!... ¡Los hombres cuya profesión se basa directamente en su lenguaje natal, cuyo arte consiste en consecuencia en desarrollar lo que separa más nítidamente —quizá más cruelmente— a un pueblo de otro pueblo!... ¿Qué significa esta reunión de aquellos que, en cada nación, trabajan necesariamente en mantener, en perfeccionar los obstáculos más sensibles, las diferencias más relevantes y más claras que aislan a esta nación de todas las demás? ¿Cómo es posible esta reunión? En este caso, Señores, hay que invocar el milagro. Un milagro de amor, naturalmente. Las distintas literaturas se han enamorado unas de otras. Y este milagro no es de ahora. Virgilio se inclinaba hacia Homero. Y nosotros, franceses, ¿qué no habremos amado? Italia con Ronsard, España con Corneille, Inglaterra con Voltaire, Alemania y el Próximo Oriente con los Románticos, América con Baudelaire... y, de siglo en siglo, como las amantes saboreadas con mayor constancia, Grecia y Roma. Considero Grecia y Roma naciones simplemente un poco más alejadas de nosotros que las otras. Homero sólo está todavía a unos billones de kilómetros de aquí. Debemos excusarle, debido a la distancia, por no encontrarse esta tarde entre nosotros.
Esas literaturas enamoradas se han buscado y deseado violentamente; pero, ustedes lo saben, Señores, los amantes abrazan siempre lo que ignoran, y quizá no existiera el amor sin esa ignorancia esencial que atribuye, e incluso que sólo ella puede atribuir, un precio infinito al objeto amado. Por perfectamente que conozcamos una lengua extranjera, por profundamente que penetremos en la intimidad de un pueblo que no es el nuestro, creo imposible que podamos preciarnos de percibir el lenguaje y las obras literarias como un hombre del propio país. Hay siempre alguna fracción de sentido, alguna resonancia delicada o extrema que se nos escapa: nunca podemos tener la garantía de una posesión entera e incontestable.

Entre esas literaturas que se abrazan permanece siempre un tejido inviolable. Podemos hacerlo infinitamente delgado, reducirlo a una finura extrema; no podemos rasgarlo. Pero, prodigiosamente, las caricias de esas literaturas impenetrables no son menos fecundas. Son, por el contrario, mucho más fecundas que si nos comprendiéramos de maravilla. El malentendido creador actúa, y se convierte en un engendrar ilimitado de valores imprevistos... Nuestro Shakespeare no es el de los ingleses; e incluso el Shakespeare de Voltaire no es el de Victor Hugo... Hay veinte Shakespeare en el mundo que multiplican al Shakespeare inicial, que desarrollan tesoros de gloria inesperados.
He ahí una consecuencia bastante admirable de la imperfecta comprensión... Pero he ahí, por otra parte, la razón para justificar lo bastante esta reunión que tan sorprendente me
parecía hace poco. Podemos igualmente considerarla'desde un punto de vista muy distinto que es sin duda más elevado.
Una asamblea de escritores de todas las razas, mantenida esta vez en París, me hace pensar en la estructura misma de Francia. No hay nación más heterogénea en el mundo que la nuestra, y sin embargo se ha consumado nuestra unidad. ¿No es Francia una especie de prefiguración de lo que podría ser una Europa unida? Permítanme, Señores, para terminar, recordarles el parecer de un hombre al que he amado infinitamente y admirado apasionadamente. Mallarmé, del cual ustedes conocen la profundidad con la que consideró las cosas de la literatura, se había hecho toda una metafísica de nuestro arte. No podía decidirse a considerarlo como un simple divertimento que los escritores proporcionan al público. Pero pensaba con toda su alma que el universo no podía tener otro objeto que presentarse finalmente una completa expresión de sí mismo. El mundo, decía, está hecho para desembocar en un hermoso libro... No le encontraba ningún otro sentido, y pensaba que todo tenía que acabar siendo expresado, todos los que expresan, todos los que viven por el incremento de los poderes del lenguaje, trabajan en esa gran obra y ejecutan cada uno una pequeña parte... Ese libro, Señores míos, pertenece a todas las lenguas. Brindo por ese hermoso libro.


Discurso pronunciado en la Sala Hoche, París, el 21 de mayo de 1925. Publicado en Petit Recueil de paroles de circonstance, 1926, y en el tomo E de Oeuvres, Discours, 1935, donde se afirma erróneamente que fue pronunciado en 1926. 


Aunque existen poetas escritores, el escritor y el poeta son dos seres distintos. Un escritor es una mula. Por eso puede ponerse a determinada hora frente a una hoja de papel, como una mula con su forraje. Pero el poeta es un ángel. No indico si bueno o malo. El problema de las categorías es otro asunto.
Cuando ejerzo de escritor soy mula, con todas las consecuencias, puesto que el escritor escribe por encargo, por compromiso, por negocio, etc. Es como si un demonio me agarrara y me dijera: tienes que hacer esto. (Investigar, analizar, concluir, redactar). Sólo con el tiempo libre brotan las alas del poeta –en verso o en prosa– en la contemplación y el éxtasis. Pero son alas tenues y se rompen al contacto de la más mínima carga. Le pones una carga al poeta: lo aplastas. La mula del escritor resiste. Por lo tanto es mejor ser escritor. Pero es más bella la poesía.
El primer manifiesto nadaísta fue contra el trabajo. Porque se trataba de un manifiesto redactado por poetas. Si tienes que trabajar todo el día y toda la semana y todo el año, la poesía huirá de ti porque no la mereces. Te has convertido en esclavo. Es de la esencia de la poesía ser libre. Y por eso resulta escasa. Ya no existe libertad en el mundo. Será un reducto en los poetas. A ellos les corresponde mantener la llama. Por si acaso algún lejano día...
Ovidio (nos dice la historia) nunca deseó ser nada más que un poeta y vivió hasta los cincuenta años como un caballero ocioso. Anacreonte llegó hasta los ochenta y cinco años cantando y bailando. Simónides de Ceos hizo su profesión de la composición de poesías. El poeta que llega a cumplir horario de trabajo deja en el vestier, junto con el sombrero, su condición de poeta. Y es que el poeta tiene que pensar, y no se puede pensar en una fábrica. Las fábricas son para hacer. No para pensar. La gente que puede vivir sin pensar encuentra su acomodo en una fábrica. Pero el hombre que está vivo y despierto y que piensa es un hombre en su esplendor y por respeto a sí mismo y a su esplendor debe limitarse a brillar. Como hoy en día se corta todo lo que sobresale, los poetas se convierten en enanas blancas y brillan hacia su interior. O se convierten en agujeros negros para no ser vistos.
El poeta que trabaja va dejando poco a poco de ser poeta y se convierte en trabajador. Pierde la sensibilidad, la sutileza, la percepción; pierde todas sus cualidades y atributos uno tras otro y queda convertido en miembro social. Alguien se permitirá ponerle la mano en el hombro, o le dará palmaditas en la espalda. Ah, que no llegue ese día para el poeta, porque ese es el día de su muerte. Aunque el entierro se demore, andará el resto de su vida convertido en sarcófago de sí mismo, de su propio muerto que es.

NOTAS

  1. Los griegos consideraron el ocio como la más noble actividad y la primera condición de todo progreso intelectual y cultural. INDRO NONTANELLI
  2. El día es más importante que uno. A veces, podemos apreciarlo. MARK van DOREN
  3. ¿Acaso fue creado el hombre para trabajar? ¿No es, por ventura, el hombre, el rey de la creación? FERNANDO GONZÁLEZ
  4. El hecho de que no sepamos qué hacer no significa que no tengamos nada qué hacer. CARLO COCCIOLI
  5. Es un viejo principio de “técnico” el hacer creer que trabajo es igual a vida, y con esa lógica han engañado largo tiempo. JEAN-FRANCOIS STEINER (Treblinka)
  6. En una sociedad que se desarrolle armoniosamente, el trabajo está llamado a desaparecer. BERNARD THOMAS (Planeta)
  7. El mucho trabajar carece de objeto. Los doctos y los ignorantes lo saben. WALT WHITMAN
  8. El trabajo es el refugio de la gente que no tiene absolutamente nada qué hacer. OSCAR WILDE
  9. Trabaja como si el trabajo sirviera para algo. (Dice Krisna a Arjuna)
  10. El trabajo no es culpa de un edén ya perdido / sino el único medio de llegarlo a gozar. JOSÉ SANTOS CHOCANO
  11. Entre todas las diversiones, el trabajo es la que menos cansa. (Paradoja hippie)
  12. Cambiar las cosas de lugar es el trabajo del hombre. ALBERT CAMUS
(Jaime Jaramillo Escobar poeta colombiano. Cofundador con Gonzalo Arango y otros escritores del nadaísmo, movimiento de índole contestataria que cambió la percepción de la literatura y el arte colombianos a mediados de los años 60. Este libro recoge ensayos escritos a partir de los talleres que el autor imparte desde hace más de 25 años con el patrocinio del Banco de la República. Hay citas de autores no de moda sino de quienes al autor han marcado su vida, autores como: Robert Graves, Jean Genet, Vargas Vila, André Gide, Henri Bergson, Lawrence Durrel, Plinio Apuleyo Mendoza y, claro, Jorge Luis Borges.)



Si el poema es el lugar en donde el hombre se encuentra con la poesía, según la conocida frase de Octavio Paz, también y más precisamente es el lugar de encuentro con el poeta, porque el poeta vive en el poema, tanto si lo consideramos en general, como en relación con un autor y una obra particulares. La obra es inseparable de su creador. En el caso de que éste sea desconocido se dice que es Dios. He oído reiteradamente que sólo interesa la obra en sí, prescindiendo de su autor. No se puede hablar de poesía en abstracto, haciendo a un lado la noción del poeta, puesto que la poesía existe por el poeta. En teología se conoce al Creador por su creación, o sea que la hoja de hierba nos conduce a Dios. Hay unos poemas que se titulan “Hojas de hierba”. ¿Qué quiso decir Whitman con eso? Ah, pero los que tan acremente defienden la tesis de la poesía sin poeta, ¡sin embargo firman sus obras!
¿Cómo leer a Barba-Jacob sin Barba-Jacob? En el arte está el sello del autor, como en nosotros la marca de Dios. O del diablo, según la procedencia. Porque existe el poeta diabólico, contento de serlo: Lautrèamont, Genet, cien más, todos muy atractivos para los jóvenes. Es natural. El mal también necesita sus poetas y sus artistas. El mal y el bien no son enemigos: son socios. Se colaboran, se sostienen y se estimulan recíprocamente. Si construyeron un infierno tan vasto y poblado, en el que existían en tiempos de Jean de Weyer 7'405.926 demonios –según refiere Pedro Gómez Valderrama– es de presumirse que necesitarán músicos y poetas para amenizar las veladas de invierno.
No está la poesía al servicio del poeta, porque sería servidora; sino el poeta al servicio de la poesía, como el sacerdote al servicio del dios. La poesía propagandística no es poesía, sino propaganda. “¡Tome COCA-cola!”. La primera vez que oí mencionar la palabra coca. Más tarde dijeron que era delito.
El poema nace, no se hace. Quiere decir que el poeta tiene que estar preñado. El poema hechizo es un muñeco de simple redacción. Aún para leer es necesario estar inspirado. El lector no inspirado, lector mecánico y compulsivo, no entiende. Se accede a la inspiración voluntariamente. Hay métodos: disponibilidad, aislamiento, concentración. Dice Platón: “La Musa inspira a los poetas, éstos comunican a otros su entusiasmo, y se forma una cadena de inspirados”. El lector inspirado es aún más escaso que el autor inspirado, desde que la literatura dejó de ser arte para convertirse en un negocio del cual hasta los poetas quieren participar, como el cura que vende la custodia. No es de esa poesía ni de esos poetas astutos y negociantes de lo que se habla en este libro.
El verdadero poeta lucha contra la poesía y hace largos esfuerzos por librarse de ella antes de rendirse. Pero existe también, como en todo, el poeta aficionado; y el que toma la poesía como escape y la convierte en vicio; o el hombre inofensivo y pintoresco que la incorpora a sus manías. Es al primero de ellos a quien escuchamos en el poema de Ezra Pound:
Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los ladrones,
préstame una tiendita de tabaco,
o instálame en alguna profesión
que no sea esta maldita profesión de escribir
donde uno necesita su cerebro todo el tiempo.

NOTAS

  1. Cocteau dice que el poema detesta al poeta. ALFONSO REYES (Arma Virumque)
  2. La poesía responde a necesidades esenciales del espíritu humano. RAFAEL MAYA
  3. El mundo sólo se renueva por la poesía. G. APOLLINAIRE
  4. A los 65 años de edad todavía me divierte la paradoja de la obstinada continuidad de la poesía en la presente fase de la civilización. ROBERT GRAVES
  5. Si no se leen los versos con los ojos de la historia, ¡cuán pocos versos habrá que sobrevivan! MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO (Citado por Borges)
  6. Los poetas son chivos expiatorios. VIRGINIA WOOLF
  7. El poeta cree. ¿Qué cree? Todo. JEAN COCTEAU
  8. La emoción del arte es impersonal, y el poeta no puede alcanzar esta impersonalidad sin darse por entero a la tarea que realiza. T. S. ELIOT
  9. La poesía es como el almendro: sus flores son perfumadas y sus frutos amargos. ALOYSIUS BERTRAND (Gaspar de la Noche)
  10. Sila, como durante una subasta un vulgar poetastro le ofreciera un opusculillo porque había escrito en su honor un epigrama cuyo único mérito consistía en tener unos versos más largos que otros, al punto ordenó que se le adjudicara una recompensa de los bienes que entonces se subastaban, con la sola condición de que no volviera a escribir más. CICERÓN (Defensa del poeta Arquías)
(Jaime Jaramillo Escobar poeta colombiano. Cofundador con Gonzalo Arango y otros escritores del nadaísmo, movimiento de índole contestataria que cambió la percepción de la literatura y el arte colombianos a mediados de los años 60. Este libro recoge ensayos escritos a partir de los talleres que el autor imparte desde hace más de 25 años con el patrocinio del Banco de la República. Hay citas de autores no de moda sino de quienes al autor han marcado su vida, autores como: Robert Graves, Jean Genet, Vargas Vila, André Gide, Henri Bergson, Lawrence Durrel, Plinio Apuleyo Mendoza y, claro, Jorge Luis Borges.)



En algún determinado momento (principalmente en la juventud) ocurre algo que despierta una vocación. Ese algo suele ser imprevisto, tal vez buscado inconscientemente, o atrapado al vuelo. Y de esa fortuita circunstancia, casi una revelación, pasa a depender en buena parte la vida del individuo que encontró, por así decirlo, una señal en el camino.
Al escuchar el llamado, instintivamente empieza a moverse en la dirección indicada. Al principio vagamente, y luego cada vez con mayor certidumbre, entrevé un destino que le reclama su voluntad.
Incentivos económicos ayudan a definir la mayor parte de las vocaciones, mas la del poeta se muestra necesariamente desinteresada. Su satisfacción y recompensa estarán en el disfrute de la percepción poética y la facultad de comunicarla, así como en el asombro que proporciona el hecho de poder mirar el tapiz por el envés.
Algunos prosistas se apartan bruscamente de la poesía. Consiguen una prosa áspera, mecánica, sin gracia. No hay buena prosa sin el auxilio de la poesía. Es más: la mayor parte de la peor “poesía” que se ha escrito está en verso. Acostumbrémonos a dar el título de poeta a escritores en cuya prosa la poesía se manifiesta con la intensidad y el esplendor de un García Márquez, por ejemplo.
La poesía está más en el modo de percibir que en el de expresar. Por eso un texto deficientemente escrito, pero en el que hay poesía, podrá ser mejorado posteriormente (por el autor o por un coautor) y transformado en obra de valor literario. Redactar es relativamente fácil. Lo difícil es VER y convertir lo visto en idea. Si un poeta no sabe escribir, puede valerse de un redactor al que le comunica el asunto. De modo que poeta no es el que escribe, sino el que tiene la revelación. La revelación no aparece en prosa ni en verso: el poeta tiende a la forma versicular, el prosista compone preferentemente en párrafos. Pero la poesía también puede manifestarse de muchos otros modos, y por eso podrá sobrevivir en futuras civilizaciones, en las que no se emplee el arte de la escritura.
Reservar el término de poeta sólo para el que escribe versos es empequeñecer la poesía. Y también hay que aprender a disfrutar la poesía no escrita, que se expresa por otros medios. En tanto se amplíe el concepto de poeta, será mejor para la poesía y para el mundo.
En el taller que origina estas notas ha habido quién no consiga admitir a Shakespeare en la lista de los poetas. Y sin embargo, si Shakespeare no merece el título de poeta, entonces nadie más lo merece. Poeta no significa “Aquél que hace versos”. Significa creador. Y, “después de Dios –como se sabe– Shakespeare es el que más ha creado”.
El que sólo concibe la poesía en verso, se opone a la evolución poética. El que sólo concibe la poesía escrita, ignora el pasado y desconoce el futuro. Hoy mismo la poesía es transmisible por distintos métodos. Si se puede almacenar y reproducir de diversas maneras algo tan fugaz como el movimiento, es de preverse que habrá nuevos procedimientos para la poesía del futuro. La conciencia de la especie induce la preocupación por el futuro. Una cosa es el tiempo y otra el futuro de la humanidad. Si alguien dice que no le importa el futuro, no podrá esperar que la humanidad esté de acuerdo con él.
Se tiene conciencia de ser poeta antes de saber qué es la poesía. Por lo tanto el poeta precede a la poesía (lo que confirma que el poeta nace). Pero no se preocupen: la vocación puede ser sofocada.
No asustar a la familia escribiendo versos, ya que el verso es lo que produce el susto. No hay que decir que se es poeta, porque nadie lo cree, pero a cualquiera le creen que puede ser escritor. Lo que indica el alto puesto que conserva la poesía.
(Jaime Jaramillo Escobar poeta colombiano. Cofundador con Gonzalo Arango y otros escritores del nadaísmo, movimiento de índole contestataria que cambió la percepción de la literatura y el arte colombianos a mediados de los años 60. Este libro recoge ensayos escritos a partir de los talleres que el autor imparte desde hace más de 25 años con el patrocinio del Banco de la República. Hay citas de autores no de moda sino de quienes al autor han marcado su vida, autores como: Robert Graves, Jean Genet, Vargas Vila, André Gide, Henri Bergson, Lawrence Durrel, Plinio Apuleyo Mendoza y, claro, Jorge Luis Borges.)



Una de las primeras cosas que se proponen averiguar quienes asisten a un taller de poesía, es ésa: si son poetas. Lo saben intuitivamente, pero desean confirmarlo.
En el taller, el buen poeta se reconoce por sus malos versos. Porque esos malos versos iniciales, si carecen de profundidad y sabiduría, rebosan en cambio de superficialidad. Al mirar la belleza exterior del mundo con atención, asombro y goce, anuncia cuál será la maravilla de su visión cuando las cosas se le revelen en su más esencial significado.
El artista no se siente diferente. La sociedad lo diferencia. En cierto momento, hacia la adolescencia, le da un codazo y le dice: –Usted no es de los nuestros. Y él se queda con ese codazo doliéndole en las costillas.
Ser poeta es, pues, tener un dolor permanente en el costado. Cristo lo ha tenido. Príncipe aporreado de los poetas. Y San Francisco, el hermano menor. No está equivocado J. G. Cobo Borda cuando titula uno de sus libros “Todos los poetas son santos”. La santidad es un estado de la conciencia por el cual el poeta hace el milagro del verso. Eso no tiene nada qué ver con la conducta social. Las decisiones de la inteligencia no tienen por qué conformarse a lo que existe en el mundo.
El poeta es un ser dual. Lo extraído de opuestas fuentes es lo que da a la poesía ese sabor particular no definido que la hace a la vez tan clara y misteriosa como el agua y le confiere el poder de embriagar.
Elegir la poesía es decidirse contra el sentido común. No resulta práctico. Pero tiene la particularidad de que se vence después de muerto, como el Cid.

NOTAS

  1. Es preciso no estar en sus cabales / para que un hombre aspire a ser poeta. RICARDO PALMA
  2. Es muy difícil ser poeta. Es mejor ser farmacéutico. FEDERICO GARCÍA LORCA
  3. Un falso poeta es un castigo demasiado duro para mi gusto. (Calígula, en ALBERT CAMUS)
  4. No se tolera la mediocridad en los poetas. D. ANDRÉS BELLO
  5. Ningún sentimiento, ningún concepto universal está agotado mientras viva un poeta. DANIEL ARANGO
  6. El signo incontestable del gran poeta es la inconsciencia profética, la turbadora facultad de proferir sobre los hombres y el tiempo palabras inauditas cuyo contenido ignora él mismo. LEON BLOY
  7. Los verdaderos poetas son videntes. RABINDRANATH TAGORE
  8. Convertirse en santo no es la menor metamorfosis de los poetas. JEAN COCTEAU
  9. El poeta no pide benevolencia, sino atención. FEDERICO GARCÍA LORCA.
  10. El poeta es, por definición, póstumo. Comienza a vivir después de su muerte y, cuando está vivo, camina con un pie en la tumba. Eso le produce una especie de cojera que da a su aspecto cierto encanto. JEAN COCTEAU
(Jaime Jaramillo Escobar poeta colombiano. Cofundador con Gonzalo Arango y otros escritores del nadaísmo, movimiento de índole contestataria que cambió la percepción de la literatura y el arte colombianos a mediados de los años 60. Este libro recoge ensayos escritos a partir de los talleres que el autor imparte desde hace más de 25 años con el patrocinio del Banco de la República. Hay citas de autores no de moda sino de quienes al autor han marcado su vida, autores como: Robert Graves, Jean Genet, Vargas Vila, André Gide, Henri Bergson, Lawrence Durrel, Plinio Apuleyo Mendoza y, claro, Jorge Luis Borges.)




Página 78 en prólogo a "la Rosa profunda".


"Al término de tantos -y demasiados- años de ejercicio de la literatura, no profeso una estética. ¿A qué agregar a los límites naturales que nos impone el hábito los de una teoría cualquiera? Las teorías como las convicciones de orden político o religioso, no son otra cosa que estímulos. Varían para cada escritor. Whitman tuvo razón al negar la rima; esa negación hubiera sido una insensatez en el caso de Hugo." 

Buenos Aires, Junio de 1975
EMECÉ EDITORES. 1975 - 1985. Tomo dos. 


Página 40


"Por eso, estimado señor, ame su soledad y soporte el sufrimiento que le causa, profiriendo su queja con acentos armoniosos. Si, como dice, siente que están lejos de usted los seres más allegados, es señal de que ya comienza a ensancharse el ámbito en derredor suyo. Y si lo cercano se halla tan lejos, es que la amplitud de su vida ha crecido mucho y alcanza ya las estrellas." 
 

Ediciones Siglo Veinte. Colección panorama. 
Buenos Aires. Argentina 1957